jueves, 25 de octubre de 2007

Su mirada.


Ese día comencé a creermelo. Esa mañana de martes, llegué a la oficina como siempre, a las 9.05. Me senté frente a mi ordenador y comencé con la rutina. Encender el ordenador, comprobar el fax, revisar las cosas pendientes... Aún no había llegado el jefe, así que me dije que podría sacar la camara y pasar las fotos del día antes. El lunes me lo había tomado libre. Era su último día en Castellar y decidimos irnos juntos a ver unas ruinas romanas, a la playa y a lo que se terciara.


Saqué la camara del bolso, preparé el cable y comenzaron a bajarse. Eran muy poquitas fotos, cuando estaba con él siempre olvidaba utilizar la cámara. En casi todas salía él sólo. Sonreí al recordar como se picaba porque yo no paraba de acercarme con la cámara y luego nunca le dejaba tomarse la revancha. Esta vez no se podía quejar, le había dejado sacarme cuatro fotos. Todo un record.


Una vez grabadas en el ordenador, me puse a verlas una a una. Detenidamente. Disfrutando. Desde siempre, la primera vez que me dispongo a ver fotos nuevas- recien pasadas al ordenador o recien reveladas- tengo la sensación de estar abriendo una caja sorpresa. Fotos que no recuerdas que hiciste, detalles que desde el visor no habías notado, etc. Soy muy mala sacando fotos, y mi cámara ya está en las últimas a cuenta de los golpes, así que el valor de éstas sólo se deben a lo sentimentaloide que soy.


Fui pasando imagenes hasta que me encontré con sus ojos. Rectifico, no con sus ojos sino con su mirada. Esa foto fue un capricho mío. Estabamos tumbados en la arena, yo con su camiseta puesta y él tenía su cabeza sobre mi costado, haciendo angulo recto con mi cuerpo. Le miré desde mi posición y quise tener esa imagen grabada. En ese momento no sabía, exactamente, de donde nacía esa necesidad, pero al ver la foto sí.


Busqué la cámara y le "ordené" que se colocara igual. Me miraba mitad sorprendido mitad divertido pero, obediente, se colocó de nuevo y suspiró.


Esa mañana cuando me encontré de nuevo con sus ojos entendí la necesidad de mi impulso. De sus ojos se desprendía una dulzura infinita. Es de esas miradas que no se pueden preparar, que de repente te aparecen en la cara y dejan ver mucho más de tu interior de lo que normalmente estás dispuesto a enseñar. Esa mirada era más importante que ninguna declaración de amor. Me había dicho muchas palabras dulces. Me había dicho que me quería. Que me necesitaba. Me había dicho muchas más cosas y sin embargo hasta que me encontré con sus ojos en la fotografía no conseguí creerme mi suerte.

3 comentarios:

Fanático dijo...

Que post tan majo oye... algunas fotos tienen ese poder de hacerte revivir los grandes momentos, como una q me pasaron el otro dia, del concierto de heroes. q cara de felicidad teniamos todos, jeje...
besos.

Mara dijo...

Que bonitoooo!!! Sabes que tengo unas ganas locas de ver esa foto??? Besitos guapa, espero que todo esté bien!

Angel dijo...

Juer pues si que dicen cosas una simple foto no?? jejeje