jueves, 21 de octubre de 2010

Breve visita

Hoy estoy triste y no puedo quitarme esta pesadez de espíritu de encima. Y no es por mi. Las cosas me van bastante bien y no tengo quejas. En mi casa todos bien y buen ambiente general. En el piso hay una cordialidad y una alegría general estupenda, desde que "acogimos" a las dos erasmus italianas. En el trabajo, valorada, que es mucho más de lo que los demás tienen. Con los amigos, bastante bien, siempre con planes y con algún que otro grupo que me acoge al más puro estilo de familia. Y sin embargo no hay forma de sonreir hoy. Hay algo que me pesa por dentro, que no me deja concentrarme en el trabajo y que me hace asomar aguilla a los ojos. Y debo suponer que, al mensual ataque de hormonas lacrimógenas, se suman los problemas de la gente a mi alrededor, la empatía por un lado y el miedo egoísta a que puede tocarnos a nosotros. La deseperanza de saber lo inalcanzable de la felicidad como estado, o ese lado más tenúe pero igualmente deseable e inalcanzable que es la tranquilidad. Y sé que mañana todo volverá a compensar, y esta perra vida volverá a tener sentido y habrá más de cien mentiras que valgan la pena. Y la sonrisa volverá a escapárseme de la boca y la carcajada sincera estará a punto, lista como siempre a explotar. Pero ahora mañana está tan lejos que me cuesta agarrarme a nada. Y pienso en mi estupidez, en no apreciar lo que tengo, en preocuparme por la felicidad futura cuando tengo el presente completo para comerme.
Y en estos momentos echo de menos el blog. Ese lugar frío para algunos y acogedor para mi, donde había hecho una pequeña familia que entendía mis palabras y con quien sincerarme hasta el punto de sentir que me derramo sobre el teclado. Sin miedo, sin pretenciones, sin nada. Supongo que es esto lo que hace que hoy vuelva a escribir aquí, a pesar de haber cerrado estas puertas, al menos yo lo creí así, para siempre.
Esto no es una vuelta, sólo es una breve visita.