jueves, 31 de mayo de 2007

Placeres.

El sol ya está cayendo. En mi pueblo, al sur del sur, las tardes de esta época del año son maravillosas.

Son las 8 de la tarde y ya casi toda la plaza está cubierta en sombras. Sin embargo, aún queda esa sensación de calidez que un sol intenso deja en el ambiente, impregnando el suelo de las calles, la pintura de las paredes y el hierro de los bancos- prefería los bancos de piedra, pero ya casi no quedan. El viento sopla lo suficiente para dejar de llamarlo brisa. Y hace que se muevan las hojas de las inmensas palmeras que rodean la plaza. Con el ruido de su roce, con su entrechocar de fondo, es fácil olvidarse del resto del mundo que me envuelve para concentrarme en mi libro.

El libro. Otra de las maravillas de esta tarde. Me gusta sentir su peso sobre mis manos, concentrarme en él y viajar a otros mundos, vivir otras vidas a través de la tinta y el papel.

A veces, el rumor de pasos que se acercan hace que levante mi mirada, que extraviada, como si acabase de despertar y no reconociese el lugar, busca la figura que la ha hecho volver a la otra realidad, la que aparece al cerrar un libro. Es entonces, cuando me divierto al analizar el significado de las miradas que se encuentran con la mía. La mirada complice de quien conoce el placer de leer. Ésta siempre va acompañada de una sonrisa a la que correspondo. La mirada extrañada de una adolescente que no entiende. La sana envidia del apresurado. La curiosidad del niño.

Después los pasos se alejan y yo pierdo mi mirada en ninguna parte. Respiro hondo, cierro los ojos durante un segundo, justo antes de volver a sumergirme en esa otra vida que me está esperando en el tacto del papel. Hoy soy Ruth, la directora de cine famosa pero principiante con la que un día soñó Lucía Etxebarría.

miércoles, 30 de mayo de 2007

Otro sobre él.


Vuelvo a repetirme. Soy así. Hoy toca de nuevo hablar de él. Prometo que en un futuro mis entradas tendrán una mayor variedad temática, pero ahora mismo es imposible.

Últimamente no he estado muy bien. Es por culpa de mi neurosis y su distanciamiento. Pero sea como sea, el caso es que he tenido más momentos bajos de lo habitual y he decidido ponerle un freno.

Hablé con él. Le dije que lo notaba distinto, y me dio la razón. Me dijo que solo era una mala racha, que se había alejado del mundo, que le ocurría a veces, pero que si lo ayudaba, iba a poner de su parte para que esas rachas dejaran de aparecer. Que no tenía que ver conmigo... que me quería muchísimo... que todo iba a ir bien.

Y como siempre volvió a convencerme. Su voz seria y profunda, sus silencios antes de sentenciar con una frase. Porque él no lo sabe, pero algunas de sus frases son sentencias sobre mi vida. Puede hacerme reir o llorar durante días con sólo una frase. Nunca he dependido así de una voz, de unas manos, de una boca. De unos ojos. Mis sensaciones con él se multiplican, nada puede serme indiferente. La chica fuerte e independiente que he sido siempre, se ríe de mi desde algún rincón de mi cabeza.

Hace 10 años que lo conozco, 8 meses que estoy con él, y son 3000 los km que nos separan. Ausencias de uno o dos meses, que se soportan por lo increible de los pocos días que estamos juntos. Porque las conversaciones con él, por teléfono o a través de internet, hace que lo sienta conmigo, durante un rato cada día.

Pues eso, que me quedo en sus manos, que le pedí que me cuidase,

... que es mi corazón,
no mi reloj,
lo que tienes en la mano...

porque acabo de decidir dejar de protegerme. Y si vienen lágrimas, seguro que se compensan con las risas.

Como echo de menos sentir mis labios, mi barbilla, hasta mi nariz!, irritadas por pasarme una noche entera besandolo! Ya queda menos...

lunes, 28 de mayo de 2007

Cambios

Pues aquí estamos. Esta va a ser una entrada breve. Voy a probar unos días como va este servidor y si va bien, voy a pasarme de continuo aquí. Mi antiguo blog no me dejaba hacer muchos cambios, además daba muchos fallos a la hora de hacer comentarios. Así que aquí me tenéis, cambiando, y no solo de blog.

Nueva actitud. Callar menos, exigir más, sobre todo a mi misma, y ser más feliz. Porque la felicidad solo te sonríe cuando estás dispuesta a mirarla a la cara.