No sé si estoy de bajón, si estoy cabreada o si sólo estoy reclamando atención. Ha vuelto a suceder. De nuevo ha desaparecido. Esta vez han sido dos veces en la misma semana.
La primera, me enfadé mucho al ver que volvía a no coger el telefono. Salió a flote mi amigo Sarcasmo pero en cuanto le oí, en cuanto me contó que estaba agobiado, harto... La comprensión ocupó el lugar de Sarcasmo y sólo quise cuidarle. Sólo quería sentirle sonreir sincero.
Este domingo volvía de Sevilla con muchísimas cosas que contarle. El concierto, el italiano San Marcos, el periodista tímido, la chica con la que ligué en el Utopía (nunca me habían cogido el culo así, al menos no con ropa...jeje), Kike y su conversación pausada que siempre aporta cosas nuevas, la caminata increíble que me pegué... Y mil anecdotas más. Y sobre todo, que me hubiese encantado tenerlo allí para saltar y gritar en el concierto a su lado.
Y cuando veo que no llama, intento llamarlo y no responde. Solo lo intenté dos veces porque deduje lo que pasaba. Y sin embargo esta vez quise entenderle y no impacientarme. A la mañana siguiente volví a intentarlo, tras una noche de sueño intermitente, y volví a encontrar el mismo silencio. Y pasé el día dividida entre las ganas de cuidarle y el orgullo que me come por dentro cada vez que siento que me aparta.
Y pasé el día dandole vueltas a como afrontarlo esta vez. Las palabras ya están gastadas de tanto usarlas, no hay ninguna que no haya dicho nada para que intente entender que cada vez que hace eso me hundo un poquito. Y a medida que pasa el tiempo, voy bajando más, y más, y más. Y aunque estaba en un estado de nerviosismo "in crescendo" pensaba con claridad. Tocaba ser firme, clara pero sin agobiarlo más. Sabía que tenía que decirle.
Anoche, cuando por fin llamó y oí su voz... las palabras se diluyeron y volvió a ganarme las ganas de pasar de largo, hablarle con cariño e intentar que olvidase sus problemas. Un aquí no ha pasado nada... Pero cuando me di cuenta que de nuevo volvíamos a lo mismo, a que seguiriamos así siempre, perdí las ganas de hablar. Le dije que estaba cansada, que había sido un día largo y que ya hablaríamos otro día. Y colgué. Sólo se oyó un hasta luego al otro lado de la línea que se quedó sin respuesta por mi parte.
Y hoy me he levantado decidida a no llamarlo. A esperar a que él me llame, y si lo hace, ya veré como tengo el cuerpo... Pero me puede el saber que está mal y que no puedo ser un apoyo... Pero aún más me puede el sentirme tonta, el sentir que hace de mí lo que quiere, y que él lo sabe... Me jode que yo siempre quiera cuidarlo y que a él se le olvide siempre que yo necesito que me cuide.
Y no sé cuando soy injusta y cuando estoy comiendome el orgullo. Y...
Demasiados Y para una mañana.