viernes, 6 de julio de 2007

Tener suerte.



Hay una canción de Extremoduro que dice "Tengo una estrellita pequeñita, pero firme". Siempre me ha llamado la atención esta frase. La he guardado en mi memoria como amuleto. Y estos días llevo dandole vueltas a la cabeza a una cosa que hace que crea que mi estrellita es bien firme: Mis hermanas. Hasta ahora no creo haberlas mencionado, a pesar de que creo que mi relación con ellas es una de las mejores cosas que tengo.

Somos tres hermanas. Yo fui la segunda en llegar. Tenemos edades muy distintas y cuando eramos pequeñas, teníamos muchísimos celos unas de otras. Pero crecimos y nos unimos muchísimo más de lo que nos separaron los celos. Esto no quiere decir que siempre estemos bien. Nos peleamos continuamente. Nos decimos cosas que a ninguna otra persona le perdonaría. Sin embargo, al rato siguiente, se nos ha olvidado.

La mayor es una madre. Siempre está pendiente de todo. Preocupada porque todo vaya bien. Es la que más se implica en la casa y la que mejor mano tiene con mis padres cuando toca interceder por alguna de sus pequeñas. Llevo desde los quince años siendo su "mochila". A esa edad perdí un poco mi grupo de amigas, no salía casi. Ella hizo que su grupo me adoptara. Y a pesar de los 6 años de diferencia que nos llevamos (cifra que sube a 10 con la mitad del grupo), nunca me han hecho sentir que sobraba. Mis primeros viajes han sido con ella. Mi primera fiesta de fin de año. Mis primeros conciertos. A ella le debo lo que escucho, lo que leo y el cine que veo. Somos muy distintas, pero su influencia se nota en cada cosa que hago.

La pequeña es una rebelde sin causa. Nunca hace las cosas a derechas, y acaba llevandose la bronca de todos los de la casa. Por las salidas, por la ropa (no la suya, sino la nuestra, jeje), las tareas... Sin embargo, cuando hace falta, demuestra una madurez increíble. Siempre puedes contar con ella para contarle cualquier duda, cualquier problema, y suele tener una respuesta adecuada.

Cuando tenemos algún problema, algo personal que no creemos poder solucionar o no podemos confiarselo a nadie más, ellas están ahí. Estamos ahí. Charlas de madrugada, cuando mis padres ya se han acostado. Momentos para las confidencias. Y saliendo a la luz problemas que hoy creemos inmensos, y que mañana se habrán diluido, acabamos llorando las angustias de las otras.

Y esos ratos, cuando tras el almuerzo, lo más improrrogable es el fregado (seguimos sin lavavajillas). En esos momentos los platos se quedan esperando sobre la mesa, y las bromas, las historias y, porque no decirlo, los chismes, van surgiendo en comunión con las risas. Picando a mis padres con nuestras bromas o con las barbaridades con las que pretendemos escandalizarlos. En esos momentos dan ganas de parar el reloj, porque asusta pensar que una noche o un mediodía, necesitaré coger el teléfono para contarles lo ocurrido. Y esa suerte de lazo que nos une, se adelgazará por la distancia y el tiempo. Y es entonces cuando más odio hacerme mayor. Cuando las cosas que voy obteniendo a lo largo de los años no compensan las que voy perdiendo.

Ya, ya sé. A veces me paso de sentimental, pero ésta entrada se la debía. A ambas.

5 comentarios:

kafrune dijo...

Tambien sabras con el paso del tiempo, que esa distancia que te da la madurez es tambien la voluntad de ellas de dejarte crecer en tu vida, si todavia las necesitaras a tulado las veinticuatro horas del dia alli estarian.
Besos y que estes bien

Mara dijo...

que suerte tener una relacion así con tus hermanas, yo con la mía, que es más pequeña, me llevo fatal y no creo q a estas alturas tenga ya solución... Besitos!

Retro dijo...

Bueno, pues a disfrutar lo que quede de vivir con ellas, porque si empezamos a pensar en que lo bueno se va a acabar, maaaaaaaal... yo me llevo bien con mi gran hermano, pero sin cofidencias.

Anónimo dijo...

que envidia, espero que las cosas con ellas sigan igual, mi hermano mayor tamb me llevo a conciertos pero sin confidencias.
bessos

Anónimo dijo...

yo solo tengo una hermana pequeña pero la adoro. cuando estábamos en plena juventud, adolescencia íbamos en la misma cuadrilla también, siempre juntas. ahora por circunstancias de la vida, yo vivo en madrid, ella se casó y se quedó en el pueblo; la relación es diferente en el sentido que ella tiene unas prioridades y yo otras, no pensamos igual. pero todo sigue genial entre nosotras.

ella ha dejado atrás la adolescencia, es mamá primeriza (mi sobrinito es una preciosidad) y se ha vuelto responsable. yo sigo siendo una cabeza loca. ya no hablamos de ligues, tíos, borracheras como antes; pero seguimos teniendo la misma complicidad. y la quiero mucho.

besos