jueves, 29 de noviembre de 2007

Mujer Puzzle

Mujer Puzzle, de Atenea Crisoelefantina. Gracias por el préstamo.

"Sonrisa puesta y ojos risueños. Risilla intercalada cada dos frases
y siempre dispuesta a regalar una carcajada. Cualquier pique
recibe como respuesta una imagen, bien clarita, de una lengua.
O un mohín airado, demasiado exagerado para ser creíble.

Cabezota. Para lo bueno y para lo malo. Algunas
discusiones se eternizan. Si se decide que se va
a conseguir algo, no importa lo que se tarde,
a por ello hay que ir. Ceño fruncido ante problemas
sin resolver. Mirada obcecada a la pantalla del
ordenador cuando el p... descuadre señala 0.01.

Indecisa. Insegura. Los nervios a flor de piel siempre. SIEMPRE.
El estómago y el sueño se resienten. Días sin comer y noches de
mil vueltas en la cama. Los engranajes del cerebro siempre
crujiendo. Ideas rebotando constantemente en la cabeza.

Serena. El control de la situación siempre en
las manos. Con una "aparente" capacidad
para la calma. Nadie adivina el nerviosismo.
Siempre saliendo de la boca la palabra precisa.
(Aunque por dentro, y esto es un secreto, mil
demonios trastoquen tu funcionamiento)

Decidida. Valiente. Tomar decisiones y saber que se
llevarán a cabo. Contra vientos y mareas. Aunque
por dentro se tiemble, se dude y el germen del
arrepentimiento intente hacer mella.

Capaz de decir lo siento. Diciéndolo sincera, con la mirada fija y el corazón abierto. A veces la decisión y la cabezonería nublan la visión. Pero siempre hay alguien que ayuda a abrir los ojos. Nunca negarse a decir lo siento.


Llorica. Esa lágrima fácil mojando la almohada,
mientras los brazos abrazan a las rodillas o a ese
peluche tan acostumbrado a la salobridad del llanto.

Fuerza. Genio. Nunca aceptar que algo duele. Ironía
ante los envites. Reirse de todos, de todo y de ti.
Mirada alta y paso firme.

Responsable, seria. Siempre saber que palabra está
de más y cual está de menos. Compostura perfecta.
Saber estar, saber hablar. Casi elegancia.

Rídicula. Con esa capacidad sorprendente para meter la pata.
Boca grande. Torpeza continúa. Tropezones, caídas. Manos
de trapo.

Activa. Con mil cosas proyectadas. Aficiones de todas clases.
Un día pintar. Otro, escribir. Al siguiente, clases de baile.
Hacer aerobic. Salir a andar al monte
.

Pereza absoluta. Diez minutos después de sonar
el despertador, seguir envuelta en las sábanas.
Sábados de apuntes sobre la mesa y tirarse en el
sofá. Cualquier actividad es excesiva si supone algo
más que cambiar de canal. Tres dibujos a óleo sin
acabar. Eludiendo amigos que proponen noches
de marcha.


Marchosa sin remedio. Loca por un lugar con amigos
y música. No parar de moverse en toda la noche. Pies
destrozados, caras desencajadas de las risas. Ignorando
el sueño y las punzadas de las piernas.


Loca. Infantil. Corriendo, dando vueltas, riendo.

Al lado de cualquier niño, ser más niña aún.

Dislocar a todos y acabar con el corazón a mil.

Mareada de tanto saltar, gritar y dar vueltas.


Soñadora. Con ganas de creerse todo. Creyendo en la magia
(y en las hadas, ;) ). Dejando volar la imaginación hasta límites
insospechados, hasta que "la realista", esa otra pieza del puzzle,
obliga a ser consecuente con la edad. Y entonces se acaba la
diversión.


Dulce y tierna. Con esa capacidad para acurrucarse en los brazos de él. Perdiendose en un beso, en un abrazo. Inventando mil caricias nuevas. Siempre soñando con sus manos y su boca. Con su cuerpo entero. Suspirando enamorada."
Éstas y muchas más soy. Un montón de piezas de puzzle contradictorias. Un puzzle que parece imposible ver completo. ¿Mil caras para una sola moneda? Algo así. Quizás solo una palabra pueda resumirme: Contradicción.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Silencios.

Primero de todo, dar las gracias a Nicolás, por prestarme esta entrada. No lo he escrito yo, lo escribió él hace mucho, pero la casualidad ha hecho que precisamente hoy lo haya encontrado. Otro día, quizás no hubiese significado tanto para mi. Pero hoy me siento un poco como esa chica, esa mujer que necesita el afecto y la pasión. Y hoy me ha dado por pensar que quizás yo también un día pase a ser un silencio, una pregunta sin respuesta, una llamada perdida.
Me gustó mucho Nicolás y gracias por darme tan rápido tu permiso para robartela.


"Sonó la cerradura de la puerta, un giro a la izquierda, dos a la derecha, y esta cedió al empuje. Pasos, pesados y cansinos. “Hola Buenas noches”.- Alberto se te acercó y dejó un suave roce en tus labios. “¿Qué tal el día?, ¿que hay para cenar?”. Cuando te quisiste dar la vuelta para verle solo distinguiste su espalda camino del dormitorio, “Judias verdes, ¿te apetecen?” “Si, claro está bien”. Pusiste la mesa la garrafita del vino, dos platos, dos tenedores, dos cuchillos, dos servilletas. Alberto sonrió, “Tiene buena pinta y bien ¿tu día?” Más tu cabeza pensaba.. “ mi día, mi día, cuatro paredes, tres electrodomésticos y tú, ese es mi día esos son mis días.” La cena acabó como todas las noches, él se fue a encender la televisión, mientras tú recogías los platos, oíste el rutinario sonido del presentador del telediario, él en su sofá y tu en el tuyo. Tic, tac, tic, tac... Hora de irse a la cama, un beso, un buenas noches, tú te acercas esperando una ración de amor, algo que al menos te hiciera sentir, pero sólo dos palabras de él: “Estoy cansado”, se levantan como un muro infranqueable, y te das la vuelta para sumergirte en un sueño húmedo donde otras manos y otro cuerpo te hagan vibrar, recordarte que aún no estas muerta, que vives y gozas.

Sonó la cerradura de la puerta, un giro a la izquierda, dos a la derecha, y esta cedió al empuje. Pasos, pesados y cansinos. “Hola dijiste” y él respondió con un seco “¿Qué tal?”, “¿Un mal día?”, “Si creo que no cenaré”. A la mierda 3 largas horas, tu trabajo, tus ánimos y tu sudor. Te acercaste e intentaste besarle, un poco de calor, de apoyo, “Déjame, no estoy de humor, creo que me ducharé y me iré a la cama”. Te miraste en el espejo, las arrugas empezaban a cruzar tu frente y el cansancio hacía mella en la textura de tu piel. Recordaste aquellos días en los que no notabas que abría la puerta y de pronto algo caliente y húmedo recorría tu nuca sus manos abarcaban tus pechos, su cuerpo se pegaba al tuyo y la cena, la cena.... podía esperar, sentada en la encimera te hacía el amor como si fuera la primera vez, como si fuera la última vez que te lo haría.

Sonó la cerradura de la puerta, un giro a la izquierda, dos a la derecha, y esta cedió al empuje. Pasos, pesados y cansinos. “Hola... ¿Hola?... ¿Hay alguien en casa?...”Sólo quedó el eco de la puerta al cerrarse."

viernes, 23 de noviembre de 2007

Hay que ser realmente idiota...


"Hace años que me doy cuenta y no me importa, pero nunca se me ocurrió escribirlo porque la idiotez me parece un tema muy desagradable, especialmente si es el idiota quien lo expone.Puede que la palabra idiota sea demasiado rotunda, pero prefiero ponerla de entrada y calentita sobre el plato aunque los amigos la crean exagerada, en vez de emplear cualquier otra como tonto, lelo o retardado y que después los mismos amigos opinen que uno se ha quedado corto. En realidad no pasa nada grave pero ser idiota lo pone a uno completamente aparte, y aunque tiene sus cosas buenas es evidente que de a ratos hay como una nostalgia, un deseo de cruzar a la vereda de enfrente donde amigos y parientes están reunidos en una misma inteligencia y comprensión, y frotarse un poco contra ellos para sentir que no hay diferencia apreciable y que todo va benissimo.


Lo triste es que todo va malissimo cuando uno es idiota, por ejemplo en el teatro, yo voy al teatro con mi mujer y algún amigo, hay un espectáculo de mimos checos o de bailarines tailandeses y es seguro que apenas empiece la función voy a encontrar que todo es una maravilla. Me divierto o me conmuevo enormemente, los diálogos o los gestos o las danzas me llegan como visiones sobrenaturales, aplaudo hasta romperme las manos y a veces me lloran los ojos o me río hasta el borde del pis, y en todo caso me alegro de vivir y de haber tenido la suerte de ir esa noche al teatro o al cine o a una exposición de cuadros, a cualquier sitio donde gentes extraordinarias están haciendo o mostrando cosas que jamás se habían imaginado antes, inventando un lugar de revelación y de encuentro, algo que lava de los momentos en que no ocurre nada más que lo que ocurre todo el tiempo.Y así estoy deslumbrado y tan contento que cuando llega el intervalo me levanto entusiasmado y sigo aplaudiendo a los actores, y le digo a mi mujer que los mimos checos son una maravilla y que la escena en que el pescador echa el anzuelo y se ve avanzar un pez fosforecente a media altura es absolutamente inaudita. Mi mujer también se ha divertido y ha aplaudido, pero de pronto me doy cuenta (ese instante tiene algo de herida, de agujero ronco y húmedo) que su diversión y sus aplausos no han sido como los míos, y además casi siempre hay con nosotros algún amigo que también se ha divertido y ha aplaudido pero nunca como yo, y también me doy cuenta de que está diciendo con suma sensatez e inteligencia que el espectáculo es bonito y que los actores no son malos, pero que desde luego no hay gran originalidad en las ideas, sin contar que los colores de los trajes son mediocres y la puesta en escena bastante adocenada y cosas y cosas.


Cuando mi mujer o mi amigo dicen eso --lo dicen amablemente, sin ninguna agresividad-- yo comprendo que soy idiota, pero lo malo es que uno se ha olvidado cada vez que lo maravilla algo que pasa, de modo que la caída repentina en la idiotez le llega como al corcho que se ha pasado años en el sótano acompañando al vino de la botella y de golpe plop y un tirón y no es mas que corcho. Me gustaría defender a los mimos checos o a los bailarines tailandeses, porque me han parecido admirables y he sido tan feliz con ellos que las palabrasnteligentes y sensatas de mis amigos o de mi mujer me duelen como por debajo de las uñas, y eso que comprendo perfectamente cuánta razón tienen y cómo el espectáculo no ha de ser tan bueno como a mí me parecía (pero en realidad a mí no me parecía que fuese bueno ni malo ni nada, sencillamente estaba transportado por lo que ocurría como idiota que soy, y me bastaba para salirme y andar por ahí donde me gusta andar cada vez que puedo, y puedo tan poco). Y jamás se me ocurriría discutir con mi mujer o con mis amigos porque sé que tienen razón y que en realidad han hechomuy bien en no dejarse ganar por el entusiasmo, puesto que los placeres de la inteligencia y la sensibilidad deben nacer de un juicio ponderado y sobre todo de una actitud comparativa, basarse como dijo Epicteto en lo que ya se conoce para juzgar lo que se acaba de conocer, pues eso y no otra cosa es la cultura y la sofrosine.


De ninguna manera pretendo discutir con ellos y a lo sumo me limito a alejarme unos metros para no escuchar el resto de las comparaciones y los juicios, mientras trato de retener todavía las últimas imágenes del pez fosforecente que flotaba en mitad del escenario, aunque ahora mi recuerdo se ve inevitablemente modificado por las críticas inteligentísimas que acabo de escuchar y no me queda más remedio que admitir la mediocridad de lo que he visto y que sólo me ha entusiasmado porque acepto cualquier cosa que tenga colores y formas un poco diferentes. Recaigo en la conciencia de que soy idiota, de que cualquier cosa basta para alegrarme de la cuadriculada vida, yentonces el recuerdo de lo que he amado y gozado esa noche se enturbia y se vuelve cómplice, la obra de otros idiotas que han estado pescando o bailando mal, con trajes y coreografías mediocres, y casi es un consuelo pero un consuelo siniestro el que seamos tantos los idiotas que esa noche se han dado cita en esa sala para bailar y pescar y aplaudir. Lo peor es que a los dos días abro el diario y leo la crítica del espectáculo, y la crítica coincide casi siempre y hasta con las mismas palabras cono que tan sensata e inteligentemente han visto y dicho mi mujer o mis amigos.


Ahora estoy seguro de que no ser idiota es una de las cosas más importantes para la vida de un hombre, hasta que poco a poco me vaya olvidando, porque lo peor es que al final me olvido, por ejemplo acabo de ver un pato que nadaba en uno de los lagos del Bois de Boulogne, y era de una hermosura tan maravillosa que no pude menos que ponerme en cuclillas junto al lago y quedarme no sé cuánto tiempo mirando su hermosura, la alegría petulante de sus ojos, esa doble línea delicada que corta su pecho en el agua del lago y que se va abriendo hasta perderseen la distancia. Mi entusiasmo no nace solamente del pato, es algo que el pato cuaja de golpe, porque a veces puede ser una hoja seca que se balancea en el borde de un banco, o una grúa anaranjada, enormísima y delicada contra el cielo azul de la tarde, o el olor de un vagón de tren cuando uno entra y se tiene un billete para un viaje de tantas horas y todo va a ir sucediendo prodigiosamente, el sándwich de jamón, los botones para encender o apagar la luz (una blanca y otra violeta), la ventilación regulable, todo eso me parece tan hermoso y casi tan imposible que tenerlo ahí a mi alcance me llena de una especie de sauce interior, de una verde lluvia de delicia que no debería terminar más.


Pero muchos me han dicho que mi entusiasmo es una prueba de inmadurez (quieren decir que soy idiota, pero eligen las palabras) y que no es posible entusiasmarse así por una tela de araña que brilla al sol, puesto que si uno incurre en semejantes excesos por una tela de araña llena de rocío, ¿qué va a dejar para la noche en que den King Lear? A mí eso me sorprende un poco, porque en realidad el entusiasmo no es una cosa que se gaste cuando uno es realmente idiota, se gasta cuando uno es inteligente y tiene sentido de los valores y de la historicidad de las cosas, y por eso aunque yo corra de un lado a otro del Bois de Boulogne para ver mejor el pato, eso no me impedirá esamisma noche dar enormes saltos de entusiasmo si me gusta como canta Fischer Dieskau.


Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua. La idiotez debe ser una especie de presencia y recomienzo constante: ahora me gusta esta piedrita amarilla, ahora me gusta "L'année dernière à Marienbad", ahora me gustas tú, ratita, ahora me gusta esa increíble locomotora bufando en la Gare de Lyon, ahora me gusta ese cartel arrancado y sucio. Ahora me gusta, me gusta tanto, ahora soy yo, reincidentemente yo, el idiota perfecto en su idiotez que no sabe que es idiota y goza perdido en su goce, hasta que la primera frase inteligente lo devuelva a la conciencia de su idiotez y lo haga buscar presuroso un cigarrillo con manos torpes, mirando al suelo, comprendiendo y a veces aceptando porque también un idiota tiene que vivir, claro que hasta otro pato u otro cartel, y así siempre."


Julio Cortázar.


PD: Cada uno que saque sus propias conclusiones. A mi me encanta ser una idiota. Me siento orgullosa de ello. Y me encanta estar cerca de esa gente que te ayuda y anima a serlo. Que me entiende y con la que puedo compartir esas sensaciones, sin ruborizarme por ser tan idiota o simple.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Gotas.


Hace frío, y está cayendo con ganas. Pienso mientras me coloco el abrigo y miro por la ventana las gotas de agua salpicar en la chapa del coche que está aparcado justo delante. A casa hay unos 10 minutos, 5 si voy deprisa, pero me voy a empapar. No tengo aquí ni el coche ni el paraguas. Descarto la idea de pedirle a mi compañero que me lleve. Está en algo parecido a una reunión. Otra idea cruza mi cabeza. Cojo el móvil y marco. En la pantalla aparece el nombre de mi hermana pero antes del primer tono cuelgo. Vuelvo a mirar la lluvia, esta vez de pie, con el abrigo puesto y junto a la puerta abierta.


Es de los primeros días de agua del año. Con el abrigo el frío se me ha pasado. ¿Cuánto hace que no me doy el gustazo de caminar bajo la lluvia?

Comienzo a comportarme como una persona sensata y eso a veces me molesta. Corriendo llegaré en unos 5 minutos, la idea se me acaba de pasar por la cabeza. Salgo con intenciones de correr hacia casa. A cada paso, mi ritmo se ralentiza. Sonrío al darme cuenta. Del trotecillo cutre pasó a caminar precipitado y de ahí a un andar sosegado, tipo paseo. La gente en sus coches o embutidos en abrigos o paraguas me mira curiosa. Y no solo es por mi lento caminar, sino por mi sonrisa.

Respiro hondo disfrutando de la sensación, es casi un suspiro. Me concentro en las sensaciones. Las gotas de agua fresquitas salpicando en el rostro. Dejando un rastro a su paso. Es el sentido del tacto desarrollado. Un ligero golpe, un punto de frialdad sobre la piel y el surco del agua corriendo de la frente hacia la nariz, de la nariz a la boca, de la mejilla a la barbilla. Esa sensación multiplicada por cientos de gotas que hacen el mismo recorrido. El pelo empapado ya, con esa humedad pesada que hace que se pegue más al rostro.

El viento ayuda a acrecentar sensaciones. Una racha un poco más fuerte hace que las gotas jueguen con mi visión. Parpadeo un poco, divertida. El clima me regala unos minutos de juego. La perspectiva posterior hace más agradable el peculiar paseo. Llegar a la casa vacía e ir directa hacia la ducha. Despojarme de las ropas mojadas y hacer que el agua, esta vez muy caliente, calme el frío de mis manos y de mis pies empapados.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Sin sentido.

Gota tras gota. Escasa luz, día gris. Y esa personita con la que hablo a veces sonríe. El día es gris, deberías quitarte la sonrisa. Lo siento, me dice, pero hoy no. No estás siendo natural, le insisto. Me da igual hoy no me da la gana, anoche te dejaron dormir poco, y eso es suficiente.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Jardines.

Alfonso Ocon, El retiro. http://www.navedelarte.com/artistas/Alfonso_ocon.htm


Me encantan los jardines. Parques, bosques, montes... Esos lugares en los que la vegetación crea rinconcitos en los que perderse y soñar. Lugares en los que es fácil ver figuras diminutas que juegan al escondite con tu imaginación. Y aunque hoy necesite bosques completos o parques inmensos como el retiro, antes, cuando era una niña, en la jardinera de mi abuela vivían leones diminutos, jugaba con duendecillos y hablaba con mariquitas y cochinitas. Será cuestión de tamaño.

Y no sé como ha venido a mi recuerdo ese lugar mientras que caminaba al trabajo, pero he recordado sueños e ilusiones. Y he recordado la tranquilidad de saber que cualquier problema se esfumaba con un abrazo y un beso. Y como los miedos que me asaltaban en la oscuridad de la habitación, se alejaban escondiendome bajo las sábanas.


Se ve que hoy me he levantado nostalgica. Y no de personas, ni siquiera de lugares, quizás sólo de inocencia.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Porque voy a poder.

A punto de caer de nuevo. Sobrepasada por todo. Con esa sensación de que algo se va a estropear. Esperando antes de tiempo, como siempre, ese jarro de agua fría que enturbie tu vida. Sin ánimos, sin ilusión.

Mañana es un día señalado. Todos los años, desde niña, me ha encantado que llegue mi cumpleaños. Por un día todo el mundo (mi mundo) piensa en mi, todo el mundo me regala un ratito y una sonrisa. Este año empezaba distinto. Una víspera sin nervios por los regalos, sin expectativas. Una víspera viendo el jarro sobre mi, a punto de caer. Una víspera con lluvia en mis ojos.

Pero no. No pienso consentirlo. Sé que me he saturado. Que en este comienzo de semana he tomado conciencia de todo lo que estoy intentando abarcar, y la presión de saber que puedo no llegar ha hecho que el resto de cosas que me rodean se empañen. Pero no voy a consentirlo. Voy a recuperar esa capacidad de trabajo, esa rabia que siempre me ha hecho seguir cuando ya todos creían que no podía. Mucho trabajo, sí. Pero no importa, puedo con ello. Sólo tengo que sentarme y comenzar. Como una hormiguita, poco a poco. Y no parar. No dejar que la presión haga de las suyas. Como cuando era camarera y cada domingo a las 3 de la tarde sentías que era imposible atender a todos los que esperaban, cuando todas las mesas me llamaban a la vez. Y entonces, cuando estaba apunto de derrumbarme e irme al almacén a llorar, entraba en la cocina, respiraba hondo, y aclaraba ideas. Sistematizar tareas y apretar los dientes.

Eso es lo que voy a hacer. Sé que puedo. Siempre he podido. Mientras más presión, mejor me funciona la cabeza. Y mañana sonreiré cuando, de nuevo, haga que mi pequeño mundo vaya girando a mi ritmo.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Escapada.


La palabra escapada aquí no significa sólo un viaje cortito. Un fin de semana de vacaciones improvisadas. Mi escapada fue además de la realidad. Una tregua que me daba el tiempo. Un fin de semana para poder seguir soñando. Y es que ha estado aquí.


Intento hacerme la promesa interna de no escribir sobre él, al menos no tan seguido. Escribir entradas sobre otros temas que no me hagan tan aburrida o tan simple. Enseñar mis otras facetas (que tengo muchas aunque aquí no se note) y no ser sólo la enamorada (como piensa Angel ;) ) Pero hoy no puedo. Hoy necesito arrancarme un poco este echarlo de menos cuando se acaba de ir.


Hace unas horas estaba con él, en la oscuridad del coche, abrazada a él, intentando alargar los minutos que faltaban para que se bajara del coche y tocara despedirse de nuevo. Hablando en susurros. Cada vez se hace más duro, duele más la distancia y el tiempo. Queda un mes y 20 días más o menos, para volver a tenerlo completo, no sólo su voz a través del teléfono. Y no sé como voy a aguantar. Quiero tener todos los días lo que he tenido este fin de semana. Despertarme de madrugada y sentir su cuerpo cerca del mío. Notar como se mueve medio dormido buscandome bajo las sábanas y abrazandose a mi. Comenzar con besos somnolientos a las 4 de la mañana y no volverte a dormir hasta las 7.30. Reir a carcajadas, luchar rebujada en las sábanas, hacernos cosquillas, probar quien puede con quien. Que se me corte la respiración. Notar su peso sobre mi cuerpo. Acostarme a lo largo de su cuerpo, mientras me abraza entera con brazos y piernas, y me acaricia suave, despacio. Y muchas más cosas. Caminar a su lado buscando los lugares que a los dos nos gusta ver. Picarnos con bromas mientras yo (siempre soy yo) me hago la falsa ofendida, y adopto una actitud digna y orgullosa, y él me tienta picándome aún más, muerto de risa. Aprovecharme de él cuando está indefenso o cuando es un momento poco adecuado, y consigo su mirada sorprendida ante mi descaro.


Y quiero más cosas que aún no he tenido. Quiero preparar cenas juntos. Quiero verlo currar, con su cara de concentración y susurrarle al oido que si quiere una infusión. Quiero que se acueste en mis piernas a descansar un día malo. Hacer las compras juntos. Quiero verlo dormir cada noche. Quiero saber que está bien cada día.


Y quiero ver esos ojos dulces que me miran atravesandome, haciendome sentir una niña de nuevo. Cuando me mira así, me hace sentir bien conmigo, consigue que me guste más a mi misma. Me encantaría reflejarme en sus ojos todos los días.


Y ha sido un fin de semana estupendo, me he reido, me he superado un poquito (siempre consigue que me esfuerce, sin ni siquiera pretenderlo- 22km en bici en 2 horas y media, y eso que no montaba desde los 10 años, hoy me duele todo), he disfrutado, me he sentido blandita por dentro como decían en "Cachito". Pero me divido entre sonreir al acordarme de cada momento y la tristeza que me invade al pensar en que hoy no puedo abrazarlo. Vi sus ojos antes de marcharnos y no puedo quitarmelo de la cabeza, esa mirada triste...

*La foto es de la vía verde por donde estuvimos en bici, pero no es mía